La inseguridad es un fenómeno psicológico complejo que aparece por la confluencia de diversos factores entre las que se destacan principalmente: disponer de un bajo nivel de autoestima, presentar dificultades en la toma de decisiones y de expresión de los propios pensamientos, emociones e intereses, temor al afrontamiento activo de situaciones nuevas o inesperadas, tener dificultades en las interacciones sociales y en las relaciones interpersonales o utilizar un funcionamiento cognitivo rígido y centrado en el pesimismo.
Todas estas manifestaciones pueden agravarse durante la etapa vital de la adolescencia. Es en este momento donde la persona se encuentra con el reto de encontrar y definir la propia identidad y donde entran en conflicto el rol de «niño» (el cual se vincula estrechamente con la dependencia de los progenitores) y el rol de «adolescente» (donde el objetivo principal es el logro de la autonomía personal).
Veamos cuáles son los puntos claves que pueden influir de manera determinante en el desarrollo de un funcionamiento psicológico basado en la inseguridad, con la finalidad última de poder prevenir que se intensifiquen determinadas dinámicas comportamentales, cognitivas y emocionales que usualmente devienen perjudiciales y poco adaptativas.
La personalidad ansiógena
Esta disposición caracterial implica un funcionamiento de pensamiento rígido o poco flexible, excesiva dependencia otras personas, expectativas demasiado elevadas en referencia a sí mismo, a los otros o en el mundo exterior, necesidad constante de mantener el control de todas las situaciones vitales, no aceptación de acontecimientos positivos y orientación selectiva a aquellos más negativos, preocupación e impaciencia constantes.
El perfeccionismo
El esquema cognitivo subyacente lleva a la persona a creer que el perfeccionismo es un fenómeno posible y el adolescente acostumbra a fijarse a sí mismo unas obligaciones cognitivas, emocionales y conductuales basadas en el «TENGO QUE…», «SIEMPRE/NUNCA», «TODO/NADA». Además, se genera la concepción interiorizada que el valor de una persona solo está en función de su éxito/fracaso y no se contemplan otros factores diferentes al resultado obtenido.
El negativismo
Este estilo cognitivo se da a la hora de afrontar situaciones potencialmente preocupantes, retos vitales, conflictos interpersonales o a la hora de tomar una decisión importante. En el negativismo se pone el énfasis en la dificultad en lugar de la solución y se combina con el hecho que la persona presenta escasa tolerancia a la incertidumbre y el temor al hecho de que se confirmen sus inquietudes. Muchas veces realizando la reflexión de «CUÁL ES LA CONSECUENCIA PEOR QUE PODRÍA DARSE Y QUE HARÍA PARA SOLUCIONARLA?» estos miedos tienden a disminuir considerablemente.
La necesidad constante de aprobación
El sentimiento de inferioridad derivado de los fenómenos anteriores como el negativismo o el perfeccionismo llevan a la persona a la idea que será rechazada por los otros. Su autoestima se encuentra así, en función de factores externos que limitan la confianza en sí misma, su capacidad y su autonomía en la toma de decisiones.
El miedo a la incompetencia
Muy relacionado con un bajo nivel de autoestima y autoacceptación, este miedo se encuentra muy vinculado al estilo educativo parental aplicado en el sistema familiar. Los progenitores excesivamente críticos que no han compensado la autoridad ejercida con un reforzamiento positivo, afecto y comprensión pueden hacer crecer esta autopercepción de incompetencia en el pequeño.
La indecisión
El hecho de tener muchas dudas a la hora de tomar una determinación se deriva fundamentalmente del pensamiento permanente sobre que opinarán los otros en relación a la toma de decisiones propia. Así, si se consigue separar el valor de la persona como tal, de sus errores al decidir y se refuerza consistentemente la práctica de la determinación, la persona puede mostrar menos reticencia al hecho de posicionarse con más facilidad.
La autoestima
La consideración de la propia valía es indispensable para conseguir la percepción que los otros también le valoran positivamente. Un individuo con autoestima elevada se conoce, se respeta y se estima a sí mismo y conoce, respeta y estima a los otros. En este punto, es clave tener en cuenta la influencia negativa del «crítico interior», el cual se debe limitar contrarrestándolo con autoevaluaciones positivas.
A modo de conclusión
Cómo se puede observar la mayoría del indicadores expuestos tienen un carácter cognitivo y se basan en una serie de creencias distorsionadas que hay que cuestionar racionalmente para que el adolescente tenga una visión más realista de su entorno (y de sí mismo). Este ejercicio debe ser acompañado de pequeños experimentos conductuales donde el chico pueda poner a prueba estas creencias y pueda comprobar como en la mayoría de las ocasiones estas no se cumplen. Junto con estas orientaciones hará falta la presencia de apoyo parental adecuado, así como la aplicación de un estilo educativo democrático que fomente la autonomía, la afrontamiento activo de adversidades y la adquisición de responsabilidades en relación a los diferentes ambientes en que interactúa el joven.