La memoria deviene una de las capacidades mentales que más investigación y curiosidad ha despertado tradicionalmente, puesto que a grandes rasgos, es un fenómeno que determina en gran medida nuestra propia identidad como seres humanos. Así, en nuestra memoria se almacenan tanto nuestras vivencias pasadas (propias y ajenas) como toda aquella información que necesitamos para tomar decisiones en el presente, las cuales poseen una gran repercusión en el futuro personal de cada uno de nosotros.
Pero, ¿sabemos qué mecanismos influyen en el archivo y recuperación de recuerdos? El siguiente texto expone las características principales que la ciencia ha hallado a este respecto:
1. La memoria no se ubica en una única localización cerebral
Las investigaciones más recientes han corroborado que la capacidad de memoria es, a nivel práctico, un conjunto de redes neuronales que se encuentran estrechamente interconectadas y que trabajan de forma autónoma a la vez que interactiva, solapándose por todo el cerebro. Así, parece más correcto afirmar que las distintas clases de memoria se encuentran localizadas en distintos circuitos cerebrales más que en una estructura cerebral determinada. Aún así, si puede afirmarse que las zonas occipitales, parietales y temporales se corresponden más estrechamente con la memoria perceptiva (aquella información que llega a través de los sentidos), mientras que las zonas frontales se vinculan a procedimientos más ejecutivos (información relativa a la toma de decisiones, resolución de problemas y la respuesta conductual general).
2. La capacidad de la memoria es limitada
Debido a esta particularidad, a medida que pasa el tiempo las conexiones neuronales que se generan tras la llegada de una estimulación (información) nueva se van difuminando poco a poco. Si estas no se van fortaleciendo mediante la recuperación de recuerdos pasados, es muy probable que dicha experiencia se acabe borrando parcialmente. Así, las conexiones neuronales que intervinieron en la creación de un recuerdo determinado se han ido empleando posteriormente, de forma natural, para la elaboración de otro recuerdo distinto, de tal forma que el primero se ha hecho más débil y menos fiel a la realidad.
Ello se explica porque cada individuo va añadiendo nuevas conexiones a la red original del recuerdo inicial consistente en detalles de otro episodio distinto contemporáneo, por lo tanto se produce una mezcla entre ambos inevitablemente. Sin embargo, cuando un recuerdo permanece fijo e inalterado en nuestra mente habitualmente deriva en el desarrollo de una obsesión, la cual presenta un carácter desadaptativo y ansiógeno.
Otro factor que interfiere en la fidelidad de los recuerdos recae precisamente en el papel que juegan las expectativas del individuo en el acontecimiento en concreto. Estas influyen irremediablemente en la percepción e interpretación que hace la persona de dicho evento, modificando su vivencia. Así, los estudios revelan que el ser humano tiende a llenar los huecos provocados por el olvido con hechos coherentes a su sistema de razonamiento, a sus creencias y los conocimientos previos que posee, a pesar de que no sean los reales ocurridos.
3. La memoria explícita tiene la capacidad de transformarse en memoria implícita
Los distintos tipos de memoria explicita o declarativa (la que es dependiente del lenguaje y de tipo conceptual, por ejemplo, «la capital de Francia es París») pueden convertirse en un tipo de memoria implícita o procedimental (la encargada de las habilidades motoras, por ejemplo, «saber cómo atarse los cordones») a partir de la repetición reiterada de la aplicación práctica de dicho conocimiento declarativo.
Así, cuando se aprende a conducir, en un inicio nuestra memoria recurre a todo tipo de información recibida por el instructor, así como a los datos incluidos en los manuales teóricos (memoria declarativa). Poco a poco, ese proceso se va automatizando y el nivel de atención destinado a la realización de todas las acciones de la conducción va disminuyendo. En ese momento el acto de la conducción ha pasado a ser un conocimiento implícito o procedimental.
4. La información emocionalmente significativa y más discrepante es más difícil de olvidar
La información interiorizada a través de la memoria declarativa es la que fundamenta la elaboración de esquemas cognitivos individuales, es decir, «las guías» mentales que explican y predicen el mundo que nos rodea. Ello permite crear una serie de expectativas sobre cualquier acontecimiento que vaya a ocurrir y, por tanto nos facilita el proceso de la toma de decisiones. Cuando un hecho en particular encaja con los esquemas individuales de que disponemos, nuestro nivel de atención disminuye y es más probable que su recuerdo sea menor. Sin embargo, cuando un evento es discrepante, tal información se graba de forma más intensa en la memoria y su recuerdo se mantiene con mayor duración en la mente.
Así, la efectividad con la que la información se codifica, se almacena y se recupera depende del grado de significación que estos datos presenten, así como también del nivel de organización de la información recibida. En definitiva, a más implicación emocional (sobre todo en relación a contextos emocionales positivos) y a mayor discrepancia respecto de los esquemas previos, más posibilidad de recuerdo.
5. Tan solo la activación de un detalle del recuerdo basta para acceder al recuerdo completo
El recuerdo de una información se genera a partir de los cambios químicos en las neuronas, tras la recepción de un estímulo determinado. Cuando estos estímulos vuelven a darse en el tiempo de forma conjunta y simultánea, la neurona incrementa más su excitación hasta el punto que se genera una «huella mnemónica». Si transcurrido un tiempo, dos estímulos llegan independientemente pero a la vez a una neurona, se vuelven a producir cambios en la membrana neuronal, favoreciendo la trasmisión de los impulsos nerviosos a través de ella. Así se forman los recuerdos. Sin embargo, recientemente se ha descubierto que tan solo con la llegada de uno de esos estímulos puede activarse la «huella mnemónica» sin la necesidad de que estén presenten los demás. Además, se ha corroborado que tanto las condiciones genéticas como las ambientales influyen de manera interactiva en la generación de la mencionada «huella mnemónica».
6. El desarrollo completo de la capacidad de memoria se produce a partir de la tercera década de vida
La información que recibimos con la finalidad de operar sobre ella y que se utiliza para realizar las funciones básicas de comprensión, razonamiento o resolución de problemas, se gestiona de forma temporal en la denominada «memoria de trabajo». Las zonas cerebrales frontales son las que se relacionan con este tipo de memoria, cuyo desarrollo no está plenamente completo hasta bien entrada la veintena, según afirma la ciencia.
De ahí deriva la explicación de las causas por cuales una persona no es capaz de recordar eventos vitales ocurridos en los primeros años de vida. Al parecer el responsable es el hipocampo, una estructura que se encarga de almacenar y recuperar recuerdos. Los estudios exponen que el hipocampo se encuentra durante la temprana edad en una etapa inmadura y que, es a partir de los 8-9 años cuando comienza su mayor fase de desarrollo. En ese momento el niño empieza a ser capaz de narrar experiencias propias de forma relativamente coherente. Así, durante la infancia, la adolescencia y la primera juventud se produce un incremento de sustancia gris y de sinapsis en las zonas frontales.
Posteriormente, se produce un proceso de poda sináptica y de mielinización con lo que incrementa la velocidad de trasmisión de la información en los impulsos sinápticos. Al final de esta etapa, las funciones ejecutivas (frontales) ven completado su desarrollo permitiendo al individuo mayor madurez y mayor capacidad en la toma de decisiones y el comportamiento adaptativo.
7. La capacidad de memoria se potencia durante toda la vida
Las habilidades cognitivas y en concreto la memoria, se potencian durante toda la etapa vital gracias a su capacidad neuroplástica. La experiencia ambiental a la que se somete el individuo, si es rica en estimulación, puede potenciar las «reservas cognitivas» del individuo y retrasar el deterioro de las habilidades mentales o la aparición de demencias. Sí es cierto que se vincula a edades avanzadas un descenso de las capacidades motoras, de memoria de trabajo, de las memorias sensoriales y también en la velocidad de procesamiento, pero también se ha observado un incremento de la memoria semántica con el paso de los años. Los estudios indican que la estimulación mental específica como la lectura, la práctica de actividad física, la participación social, una alimentación saludable y una buena calidad de sueño preservan al individuo del deterioro de las funciones cognitivas complejas.
Bibliografía de referencia
– García, E. (2018) Somos nuestra memoria. Recordar y olvidar. Bonalletra Alcompás, S.L.: España.