La fortaleza mental o resiliencia es uno de los factores de personalidad que ejercen un mayor efecto protector contra el estrés. A pesar de que cuenta con un gran componente innato, este constructo puede ser entrenado y potenciado a partir del contexto ambiental. Veámos algunas de las aportaciones que la ciencia ha realizado recientemente al respecto.
¿Qué es la resiliencia?
La resiliencia es un concepto utilizado en el área de la psicología para definir un funcionamiento emocional «resistente» ante la aparición de ciertas adversidades vitales. A pesar de que son muy diversas las conceptualizaciones que los distintos autores y expertos han ido realizando sobre este fenómeno, parece existir cierto consenso en atribuir a la resiliencia tres características centrales:
- La capacidad del individuo para reconducirse psicológicamente y reestablecer un estado de equilibrio o incluso ir más allá, logrando alcanzar un aumento de dicha resistencia mental respecto de los niveles previos.
- La naturaleza dinámica que la define, describiéndola como un proceso en constante evolución vital.
- Un origen común derivado principalmente de la experiencia de superación exitosa ante experiencias personales complejas.
Las bases biológicas de la resiliencia
A nivel biológico, se han hallado en diversas investigaciones que las personas que disponen de elevados niveles de resiliencia experimentan una disminución más rápida en el nivel de activación de la hormona del estrés, así como se ha contrastado que los procesos inflamatorios, las enfermedades metabólicas o cardiovasculares se producen de manera más débil (Strahler, 2018).
Strahler hace notar en este mismo artículo otro de los aspectos que algunos estudios realizados han observado en sujetos resilientes: un aumento de los factores neurotróficos cerebrales, cuya función principal deviene el establecimiento de nuevas conexiones neuronales. Ello posibilita elevar la capacidad de neuroplasticidad y lograr una repercusión positiva en la competencia memorística o atencional individual. Por otra parte, otro tipo de estudios han relacionado que determinado material hereditario que incide sobre los neurotrasmisores serotonina y dopamina. Dichas sustancias, de determinante acción en la sintomatología depresiva y ansiosa, también tienen una significativa repercusión en el grado de resiliencia mostrado por el sujeto, así como en su estabilidad emocional o el nivel de atención y concentración.
Sin embargo, el poder que el ambiente ejerce sobre el desarrollo psicológico de una persona es igualmente relevante. Así, el hecho de que un individuo presente una predisposición genética concreta no implica necesariamente que vaya a desarrollarse directamente tal rasgo de personalidad. Por contra, es la interacción entre los factores hereditarios y los contextuales la que puede (o no) conducir a la manifestación de dicha predisposición biológica. Por tanto, la conclusión que puede extraerse ante tales planteamientos indica que, como muchas otras capacidades psicológicas, la resilencia es una competencia que puede verse potenciada ambiental y socialmente.
Factores protectores de la resiliencia
Los expertos que han dedicado su actividad profesional a este área han podido observar cómo, en primer lugar, un adecuado desempeño en habilidades sociales parece correlacionar positivamente con un grado más elevado de resiliencia: al parecer, las personas con esta predisposición muestran un mayor interés y gusto por los contactos interpersonales.
En segundo lugar también se ha demostrado que las personas resilientes presentan un autoconcepto y autoimagen más positivos, reconociendo en sí mismos con mayor facilidad sus potencialidades y debilidades de forma realista, de tal forma que se muestran más seguros en su funcionamiento general.
Finalmente, una última característica que se suele atribuir a este colectivo hace referencia a realizar un afrontamiento más activo de los problemas, enfocándose más en resolver la situación que en el conflicto en sí mismo.
En conjunción, estos tres aspectos les proporcionan una gran fuente de soporte emocional tanto propio como social, a partir de los cuales adquieren modelos de referencia que les facilitan una guía eficaz sobre cómo afrontar posibles adversidades. Este carácter social ofrece también la posibilidad de desarrollar una competencia empática más adecuada, un hecho que fortalece el vínculo entre sí mismos y los demás, debido a que se encuentran positivamente interesados en el bienestar ajeno e intentan promoverlo activamente.
Otros aspectos relacionados
La denominada flexibilidad cognitiva es otro de los factores que también se ha asociado al constructo de la resiliencia. La capacidad de adaptación tras la vivencia de determinadas experiencias vitales, las cuales por definición suelen ser variables, llenas de incertidumbre y cambiantes, juega un papel fundamental en la interpretación que un individuo realiza a nivel cognitivo de la realidad. Así, aunque de forma inevitable tras una adversidad, una persona pueda verse afectada emocionalmente por dicho acontecimiento, su resiliencia le permite aceptar tal hecho de manera más rápida e interpretar tales circunstancias como oportunidades de cambio o re-inicio vital.
Relacionado con lo expuesto anteriormente, se afirma también que la población resiliente se encuentra orientada a la solución del problema y, atendiendo al hecho de que asimilan de forma realista tanto sus capacidades como sus limitaciones personales tal como se ha indicado anteriormente, no dudan en pedir ayuda si así lo consideran necesario. Así, la red de apoyo social de que disponen, les resulta muy útil en la gestión de situaciones desestabilizantes o estresantes.
Finalmente, en diversos trabajos se ha podido demostrar la relación entre resiliencia y la aplicación de hábitos de vida saludables. Parece que este tipo de individuos tienden a realizar, en una proporción mayor que otras personas, más rutinas de ejercicio físico regular, siguen una alimentación equilibrada y tienden a huir de los excesos en el consumo de sustancias como el alcohol, el tabaco u otros estimulantes.
Bibliografía de referencia
– Holt-Lunstad et al. (2010) Social relationshis and mortallity risk: A meta-analytic review. En PLoS Medicine, vol, 7, e1000316
– Strahler, J. (2018) Las cualidades de la resiliencia. En Mente y Cerebro, vol 91, pp. 24-29.