ACEPTAR EL FIN DE LAS VACACIONES… ¿UN FENÓMENO EXTRAÑO?

Para muchas personas, las semanas en las que actualmente nos encontramos representan el tránsito entre la finalización de las vacaciones estivales y el inicio de un nuevo curso, ya sea este académico, profesional o tenga un carácter más familiar e interpersonal. Es probable, e incluso indiscutible, que para algunos tal proceso de adaptación pueda resultar algo arduo, requiriéndose posiblemente algo más de tiempo de lo habitual para re-acostumbrarse a horarios, a obligaciones y a rutinas diarias. De hecho, en esta quincena muy diversos medios de comunicación más o menos formales como redes sociales, blogs, webs de psicología u otros tipos de publicaciones más generales dedican un significativo número de entradas y posts a esta temática.

VOLVER TRABAJO

¿Síndrome post-vacacional?

En referencia concreta a la cuestión del «supuesto síndrome postvacacional» (y pese a que el contenido que algunas de dicas publcaciones reflejan se encuentra redactado o ilustrado en clave de humor) la frecuencia con la que se accede a algunos de estos mensajes, puede dificultar socialmente la aceptación activa de la idea general sobre lo natural, inevitable, necesario, e incluso, saludable del hecho de retornar a las obligaciones profesionales. Ello ocurre cuando tales contenidos tienden a equiparar la vuelta al trabajo con poco menos que un cataclismo mundial.

Una de las claves en las que se fundamentan varias corrientes psicológicas como por ejemplo la cognitivo-conductual o también las directices que sustentan los principios de la PNL, defienden la relevancia que el contenido de los automensajes que nos dirigimos a nosotros mismos posee en la elaboración y manenimiento de las creencias nucleares que configuran nuestro «yo». Por ello, y en este caso concreto, quizá darle un peso excesivo a ideas que magnifican o maximizan lo catastrófico de un acontecimiento que forma parte de la condición de ser humano occidental -la vuelta al trabajo-, podría estar contribuyendo de alguna forma a agravar la frecuencia o la intensidad del malestar emocional que puede acompañar a la finalización del periodo de vacaciones. Por consiguiente, cabe ser precavido y relativizar la relevancia que se otorgan a dichas autoaserciones con el fin de preservar una visión más lógica y racional del hecho en su conjunto.

Aprendiendo a aceptar e interpretar de forma realista

La clave residiría, por tanto, en otorgar una interpretación realista de las circunstancias. Aunque olvidarse de la alarma del despertador o disponer de mayor tiempo para el ocio y el descanso es indudablemente muy satisfactorio, también puede ser plausible que el inicio de la nueva temporada posea también algún componente beneficioso o, al menos, neutro (por ejemplo, rcuperar los hábitos alimenticios saludables anteriores o iniciar algún proyecto personal o profesional nuevo). Por ende podría afirmarse que TODAS las implicaciones de incorporarse profesionalmente tras el verano no pueden objetivamente categorizarse como aversivas.

Cabe destacar por otra parte que una «interpretación realista» no implica en absoluto adoptar de manera mágica y artificial una perspectiva ideal a partir de la cual los aspectos desagradables de un determinado acontecimiento desaparecen de manera inmediata. Así, no se trata de valorar la vuelta a las obligaciones como un hecho absolutamente maravilloso y súper fantástico; sino de entenderlo como un fenómeno que presenta diferentes matices; algunos más agradables y otros no tanto.

Un punto crucial que puede ser de utilidad en la construcción de dicha interpretación realista parece residir, por tanto, en hacer consciente y materializar de forma práctica aquellos aspectos que van a acompañar el inicio del nuevo curso. Por definición, el establecimiento de objetivos exitoso conlleva una proporción significativa de motivación, ilusión y autosatisfacción durante dicho proceso. Un ejemplo de ello, como se indicaba anteriormente, puede pasar por el planteamiento de nuevas metas personales, profesionales o académicas, como: inscribirse en un curso para aprender idiomas, apuntarse a clases de baile, dedicar más tiempo a un hobby ya consolidado o emprender alguna iniciativa distinta a las realizadas con anterioridad, etc.

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