La asertividad es un fenómeno complejo compuesto por elementos cognitivo-conductuales que nos permiten comunicarnos con el entorno de una forma clara y eficiente, pero también con empatía y respeto. Ambos componentes son igualmente relevantes, puesto que antes de aplicar las estrategias concretas a nivel comportamental (postura, lenguaje corporal, respuestas verbales, etc.) conviene familiarizarse con este concepto psicológico a nivel teórico a fin de poder diferenciarlo de los otros estilos de comunicación menos adaptativos, como son el perfil agresivo y el perfil pasivo.
Así, un primer paso fundamental deviene realizar una auto-observación de las situaciones sociales en las que adoptamos uno y otro rol, así como también resulta muy útil observar cuál es el funcionamiento habitual de las personas con las interactuamos cotidianamente. Dicho análisis nos va a servir para conocer en qué puntos somos más vulnerables y así reforzarlos más efectivamente.
Enfatizar la relevancia de trabajar las creencias referentes al concepto de asertividad se fundamenta en dos ideas principales:
– En primer lugar, con relativa frecuencia asociamos expresar de forma firme las propias opiniones y deseos con ser una persona egoista o autoritaria, sin considerar que cada persona tiene derecho a expresar sus deseos y a defenderse (siempre y cuando ello se trasmita de forma adecuada).
– Por otro lado, usualmente presentamos cierto temor a la reacción del interlocutor, motivo por el cual nos responsabilizamos y nos culpamos cuando el otro emite una respuesta que no cumple con nuestras expectativas. En este segundo aspecto, es importante interiorizar la idea de que mostrarse asertivo no garantiza al 100% que el interlocutor vaya a estar receptivo ante el mensaje emitido, aunque sí es cierto que la aplicación de un estilo asertivo aumenta la probabilidad de que así sea. Por lo tanto, la reacción de la otra persona debe entenderse como independiente a la propia actuación comunicativa.
Considerando que quizá el componente vinculado a las creencias puede estar más sujeto a las particularidades y subjetividades de cada individuo, y por tanto más complejo de abordar, a continuación se ofrece un listado de técnicas asertivas de carácter comportamental. El empleo de dichas estrategias puede ser más universal y aplicarse en cualquier tipo de situación interpersonal que pueda entrañar un potencial conflicto entre las partes implicadas:
1. El disco rayado
Una de las técnicas más conocidas, la cual consiste en reiterar una misma idea ante las repetidas interpelaciones del interlocutor. De esta manera, este último, tras varios intentos de continuar con la discusión, acaba por abonarla viendo que no está consiguiendo su objetivo. Es muy importante que el mensaje que utilicemos sea neutro, es decir, que no entre en valoraciones sobre lo que la otra persona está diciendo. Ello permitirá desactivar más fácilmente los intentos de perpetuar las críticas o ataques de la otra parte.
Por ejemplo: «No pude avisarte porque me quedé sin batería en el móvil / Como he comentado anteriormente, al quedarme sin batería, el teléfono se apagó y no pude llamarte / Como te decía, me fue imposible telefonearte puesto que mi móvil se quedó sin batería».
2. El banco de niebla
La finalidad de esta estrategia consiste en otorgar una pequeña parte de la razón a lo que la otra persona está manifestando, aunque no se verbaliza en ningún momento que estemos totalmente de acuerdo con sus planteamientos o que se asuma la responsabilidad de las acusaciones que el otro nos está arrojando. Esta técnica entraña la dificultad, a diferencia de la anterior, en que en un pequeño porcentaje sí se entra a valorar el mensaje de la otra parte y ello puede conducirnos más fácilmente a entrar el círculo de las recriminaciones. Cabe, por tanto, ser cuidadoso en su aplicación en este sentido.
Un ejemplo de su utilización sería: «Es cierto que en las últimas semanas he estado más ocupado/ Sí, tienes razón cuando dices que en la última quincena nos hemos visto menos». En esta situación, se está dando veracidad a una parte de la crítica, aunque la persona no se está responsabilizando ante el ataque culpabilizador emitido por el otro.
3. El procesamiento del cambio
Este recurso permite a ambas partes adoptar una perspectiva más objetiva de la situación de conflcito, ya que se propone centrar la conversación en el tema original y concreto del problema e interrumpir todo intento de emitir generalidades, ambigüedades y recriminaciones relativas a otros conflictos o situaciones. Analizar un problema de forma operativa considerando solo los aspectos observables y contrastables -has olvidado hacer la compra- (y no generalidades como por ejemplo «eres un desastre, nunca te acuerdas de nada de lo que te pido») permite tomar medidas más fácilmente asumibles para que el conflicto no vuelva a darse.
Por ejemplo: «Veo que nos estamos desviando del tema principal y ello no nos va a llevar a ninguna solución, sino a echarnos más cosas en cara. Te propongo que volvamos a tratar unicamente la cuestión de inicio y no mezclemos otros aspectos».
4. La extinción
En esta ocasión se intenta romper y posponer la discusión apelando al estado de tensión y enfado que se está experimentando durante tal situación y que está dificultando llegar a un posible acuerdo. Así, mediante un mensaje «desactivador» se propone continuar con la conversación en un momento posterior en el que ambas partes se encuentren más calmadas y más receptivas. En esta técnica es muy importante que: 1) no se atribuya únicamente el estado de tensión/enfado a la otra parte, sino que en el mensaje se incluya a ambos y 2) encontrar el momento para tener la conversación pendiente y poder resolver dicha discrepancia.
Un posible mensaje modelo podría ser: «Observo que en este momento estamos algo alterados y quizá no es buen momento para que hablemos de ello. Propongo que mañana, cuando estemos más calmados nos sentemos y abordemos el problema conjuntamente».
5. La cuestión asertiva
Esta técnica se fundamenta en el hecho de transformar la discusión o el conflicto en una oportunidad para activar la capacidad empática de ambas partes, así como la búsqueda de una solución constructiva. En concreto, consiste en pedir a la otra persona que exponga cómo le ha hecho sentir esa situación y añada una propuesta detallada a modo de solución. Cuándo validamos a nuestro interlocutor, dando relevancia a sus sentimientos y a su punto de vista, este se encuentra más receptivo para adoptar una actitud más empática y positiva, tendiendo a dejar los ataques o las recriminaciones emitidas desde el enfado y la rabia. Por ello, esta estrategia sirve, una vez más, para apaciguar el enfado de la otra persona y que se establezca un ambiente más adecuado para empezar a establecer acuerdos conjuntos que resuelvan el problema.
Por ejemplo: «Me gustaría que me explicases por qué esto es importante para ti y cómo te has sentido con lo ocurrido, así como que pudieras indicarme qué aspectos concretos podríamos cambiar para solventar este problema».
Quizá te interese leer:
«11 CLAVES PARA COMUNICARTE DE FORMA MÁS ASERTIVA»
Bibliografía de referencia:
Castanyer, O (2014). La asertividad: la expresión de una sana autoestima (37ª ed.) Ed: Desclée de Brouwer (Bilbao).