Esta semana Elisabet Rodríguez ha tenido el placer de conceder una entrevista con finalidad académica sobre el fenómeno del bullying, aunque en esta ocasión se ha abordado el contenido desde un enfoque alternativo: la perspectiva del rol de acosador. Así, S. L., estudiante de máster de Periodismo de la Universidad de Barcelona junto a la Columbia University de Nueva York ha solicitado esta entrevista con el objetivo de completar un reportaje que está realizando sobre esta temática.
¿Existe un perfil psicológico común en los niños/adolescentes responsables de acoso escolar? ¿Qué permite destacarlos?
Según las investigaciones y estudios realizados hasta la fecha no puede hablarse de un perfil claro de agresor, puesto que dentro de este colectivo se encuentran tanto individuos de sexo masculino como femenino; provinientes de familias desestructuradas como de entornos acomodados; de clase socioeconómica baja o media, etc. Sin embargo, las estadísticas muestran que se da más frecuentemente entre el género masculino (tanto el rol de agresor como el de víctima) y que existen unos indicadores que pueden aumentar el riesgo de ejercer este tipo de violencia, por ejemplo: sufrir algún trastorno de conducta o del estado de ánimo, consumo de sustancias, presencia de carencias en las necesidades emocionales y afectivas (déficits de apego seguro o en el control de los impulsos) o algunas características como ausencia de capacidad empática o egocentrismo extremo, existencia de fracaso escolar, interiorización de un estilo punitivo-agresivo en las relaciones observado en la familia de origen, ocurrencia de tensiones en el ámbito familiar, etc. Finalmente, existen una serie de señales que también correlacionan con este rol de agresor, como por ejemplo: un perfil personal dominante, una predisposición a la solución de conflictos violenta (que lleva a ejercer un control o poder sobre los demás) o una complexión física fuerte.
Según las encuestas, ¿son más numerosos los acosadores masculinos o femeninos?
Como comentaba anteriormente, las estadísticas muestran que entre el sexo masculino se dan más casos de bullying, tanto ejerciendo el papel de agresor como en el de víctima. Además, entre los chicos es más recuente el acoso escolar de tipo físico en comparación a las chicas, donde se observa más un acoso de naturaleza emocional o de rechazo social
En clase, ¿Cuál suele ser el principal motivo que lleva a un alumno/a a acosar a otro/a compañero/a?
En términos generales, se distinguen cuatro motivaciones principales que llevan a los agresores a ejercer este tipo de agresiones en el ámbito escolar. En primer lugar, como mejora del estatus social, es decir, para aumentar el nivel de popularidad. En segundo lugar, puede ser una muestra de poder o control hacia los demás, como se ha comentado anteriormente. Otro de los objetivos que pueden perseguir estos individuos es la validación social que permite captar la atención de los demás. Finalmente, una cuarta posibilidad es por oportunidad, es decir, la falta de supervisión del adulto en ciertos momentos puede facilitar que se den este tipo de comportamientos (cambios de clase, espacio de recreo, salida del centro escolar).
Considerando el entorno familiar, la situación en clase y la condición psicológica del acosador, ¿hay alguna de estas causas que resulte ser la más relevante?
Como se indicaba en una pregunta anterior, a pesar de que no puede hablarse de un perfil concreto de acosador, sí se han establecido ciertas correlaciones entre el ejercicio de este comportamiento y algunas circunstancias psicológicas y contextuales. Por ejemplo, cuando una persona no ha interiorizado un sentimiento de pertenencia y significancia sólido y saludable respecto de su entorno afectivo familiar, se desarrollan con más probabilidad carencias emocionales y un estilo de apego inseguro o evitador. Esto precipita que las relaciones con los iguales se efectúen de forma insana, caracterizadas por dinámicas de dominancia-sumisión. Además, en familias donde se encuentra normalizada la utilización de la agresividad y la violencia para solucionar discrepancias, puede ser más probable que los menores adquieran ese funcionamiento de manera general en sus propias relaciones, fuera del seno familiar.
¿Los padres de los acosadores suelen ser personas descuidadas y poco atentas a la vida de sus hijos? ¿O al revés, son sobreprotectores y demasiado implicados?
Se ha demostrado que pueden ser ambas circunstancias las que pueden acompañar a este tipo de conductas de acoso por parte de los menores. Para diferenciar los distintos tipos de estilos educativos se consideran dos variables principales: el nivel de control o normas y el nivel de afecto y cuidado. Cuando ambos factores se encuentran descompensados, es decir, cuando el grado de autoritarismo o el grado de permisividad/proteccionismo es desmesurado existe mayor porcentaje de riesgo de que el menor pueda desarrollar una conducta agresora.
¿Se puede decir que en muchos casos los acosadores sufren una falta de autoestima?
En base a los indicadores mencionados anteriormente en el rol de agresor de acoso escolar, muchos de ellos se encuentran directa o indirectamente relacionados con un nivel bajo de autoestima. Por ejemplo, las deficiencias en la satisfacción de necesidades emocionales de pertenencia y significancia están estrechamente vinculados a la imagen y al concepto que cada individuo presenta sobre sí mismo.
¿Considera que en los casos de víctimas de acoso escolar que con el tiempo se han convertido en acosadores es debido a que a sus ojos este cambio representaba la única solución a sus problemas?
La experiencia de ser víctima de acoso escolar es un fenómeno muy complejo y la evolución del estado psicológico de la persona depende de muchos factores, por lo que cada caso tiene curso muy particular. Sí se han observado una serie de características o consecuencias que presentan estas personas, entre las cuales destacan déficits significativos en el repertorio de habilidades sociales, bajo nivel de autoestima y problemas en el establecimiento de relaciones íntimas saludables. Cuando una víctima no dispone de la oportunidad de realizar un seguimiento psicológico que pueda ayudarle a superar tal experiencia adversa, estas secuelas pueden perpetuarse y derivarse en patrones alterados de comportamiento interpersonal, donde el ejercicio de un patrón de agresividad puede ser un una de las posibilidades.

Basándose en su experiencia profesional, ¿usted ha tratado pacientes responsables de acoso escolar? En caso afirmativo, ¿la decisión de consultar al psicólogo derivó de la iniciativa de los padres, del/la mismo/a joven o de ambos?
En mi trayectoria profesional solo he tenido la oportunidad de trabajar con víctimas de acoso escolar, pero no con agresores. Sobre la cuestión de cómo efectuar la demanda al psicólogo depende mucho del tipo de familia de que se trate, ya que como comentaba anteriormente los entornos familiares del agresor pueden ser muy diversos. En ambientes desestructurados, con funcionamientos orientados a ejercer la violencia de forma habitual o presencia de tensiones familiares frecuentes, etc., va a ser menos probable que la consulta provenga de la iniciativa de la familia.
¿Cuáles son las principales consecuencias que las víctimas de acoso escolar presentan en el tiempo?
Las consecuencias que puede sufrir una víctima de acoso escolar puede darse en el corto plazo, pero también mantenerse en el tiempo y dejar determinadas secuelas psicológicas. En concreto, las primeras suelen orientarse a evitar la asistencia a clase, con lo que ello puede conllevar descenso del rendimiento académico y bajo seguimiento del curso escolar. Además el intenso nivel de miedo experimentado se relaciona con la ocurrencia de diversos signos fisiológicos como ansiedad, alteración del sueño y la alimentación, cefaleas, problemas estomacales, baja autoestima o depresión. Más a largo plazo, pueden desarrollarse déficits en las relaciones sociales y en el establecimiento de vínculos más íntimos a nivel interpersonal.
Basándose en los pacientes que ha recibido, ¿ha notado una mayor presencia de víctimas femeninas o masculinas?
En el caso concreto de mi trayectoria profesional, he podio atender a una proporción algo más elevada de víctimas de sexo femenino que de sexo masculino, aunque también es cierto que el tipo de acoso que sufrían estas víctimas eran de tipo psicológico o de rechazo social, más que físico. Dicha tipología es más frecuente en chicas en comparación a los chicos, donde se dan más agresiones físicas.
¿Qué consideración tienen las víctimas con los testigos silenciosos de los hechos que no ofrecen ninguna forma de apoyo o ayuda?
El análisis del rol de observador está siendo el foco de investigaciones y programas de intervención en la época más reciente, puesto que se está determinando como un elemento clave en la detección e interrupción de este tipo de fenómenos. Las víctimas tienden a percibirlos como asistentes de los agresores, o agresores pasivos, ya que este tipo de agentes colaboradores del acoso suelen presentar con más frecuencia un perfil de baja sensibilidad interpersonal o empatía. Sin embargo, este tipo de actuaciones también puede ser la consecuencia del conflicto que experimenta ese individuo a la hora de tomar partido por una u otra postura, a la vez que también puede pensar que manteniéndose al margen es una buena forma de no convertirse en un próximo objetivo ante el agresor. Finalmente, también se observa cierto nivel de desconocimiento sobre cómo proceder en estos casos, a pesar que las campañas de concienciación y de psicoeducación proporcionadas en los últimos tiempos están intentando compensar este déficit.
¿Cree usted que la tecnología, y en particular las redes sociales, conlleva un incremento de los casos de acoso escolar y que esta metodología puede empeorar la condición psicológica de la víctima? En caso afirmativo, ¿por qué?
En términos generales no se puede afirmar que el uso de redes sociales y de las nuevas tecnologías este causando un mayor nivel de acoso, pero sí está facilitando una nueva metodología para ejercerlo. Este es especialmente peligroso y dañino por distintos motivos: en primer lugar, se observa una ausencia de educación en la responsabilidad del uso de estas nuevas tecnologías por parte de educadores y figuras parentales, por lo que la supervisión ejercida por parte de los adultos es escasa y eso puede dificultar la detección de casos. En segundo lugar, el hecho de que las conductas agresoras queden registradas y puedan difundirse de forma inmediata a un número ilimitado de receptores, hace que la repercusión de la situación sea mayor. Finalmente, en algunos casos la posibilidad de ejercer este tipo de conductas o de difundirlas con carácter anónimo es mayor, lo cual favorece que puedan darse más oportunidades para cometer esta clase de actos.
¿Cuáles son los elementos que pueden ayudar y facilitar el proceso de recuperación física y moral de las víctimas?
Considero, en base a la experiencia profesional que he podido obtener en este campo, que un elemento que ayuda mucho a la víctima es la denuncia de la situación. Es una decisión compleja de tomar por su parte, puesto que el receptor del maltrato suele desarrollar un sentimiento de autoculpabilización y vergüenza intenso, que resulta difícil de superar. Por ello, el apoyo incondicional del entorno hacia la víctima es un elemento clave en todo momento. Por otra parte, cabe trabajar a nivel de terapia psicológica con la víctima en la adquisición de recursos y estrategias psicológicas que permitan aprender estilos de conducta asertivos, así como patrones de comportamiento social eficaces que aporten mayor seguridad e incrementen el nivel de autoestima en la víctima.
¿Ha tenido que ejercer en alguna ocasión el papel de mediador entre una familia de víctima de acoso escolar y un centro educativo cerrado al diálogo y que cuestionase la veracidad de las acusaciones? En caso afirmativo, ¿cómo ha manejado la situación?
Recuerdo un caso hace un tiempo en el que la actuación del centro escolar y de la familia de la víctima fue algo confrontativa, en lugar de ser colaborativa. Este hecho no facilitó la evolución psicológica de la víctima, lo cual precipitó que esta tuviera que cambiar de centro educativo en el curso siguiente.