Autora: Carla Carulla, psicóloga infantojuvenil en Elisabet Rodríguez – Psicologia i Psicopedagogia (Granollers).
Cada vez existe más evidencia científica que apoya la idea de que las dietas tienen un impacto negativo en los patrones alimentarios, en algunos índices de salud física y ciertos niveles de bienestar psicosocial de las personas que recurren a ellas.
Por este motivo, otros modelos de alimentación anti-dieta han generado interés en la comunidad científica, asociándose a mejores indicadores de salud física, a mayor nivel de prevención de la obesidad en algunas poblaciones y a mayores indicadores de salud psicológica, como por ejemplo, una percepción de la propia imagen corporal más óptima y menor número de síntomas depresivos.
La alimentación intuitiva es un estilo de alimentación basado en la evidencia científica que integra la salud corporal y mental, propone la escucha y el respeto a las señales de hambre y saciedad de nuestro cuerpo, evitando tomar el peso como un indicador de salud. Su efectividad a largo plazo ha sido ampliamente demostrada, asociándose a niveles más bajos de trastornos de la conducta alimentaria y a mayores niveles de autoestima, así como a una apreciación de la propia imagen corporal y calidad de vida más satisfactorias.
¿Qué beneficios presenta respecto de la cultura de la dieta tradicional?
Todos/as conocemos la dinámica que persiguen las dietas. Es probable que todos hayamos realizado alguna dieta a lo largo de nuestra vida o conozcamos a personas cercanas que las han seguido. Las dietas suelen ir acompañadas de mucha restricción y normas alimentarias muy rígidas. Ello puede acarrear ciertas consecuencias o efectos tanto a nivel físico como a nivel psicológico.
La investigación ha comprobado que el 83% de las personas que inician una dieta acaban recuperando el peso inicial. Además, en las personas definidas como «dietistas crónicas» la recuperación del peso inicial se da junto a la aparición de efectos físicos y psicológicos notables. A nivel físico, se asocia la presencia de dietas a la pérdida de señales de hambre y saciedad, a la diabetes, a enfermedades cardiovasculares y a mayores tasas de mortalidad. Además, las dietas pueden generar efectos adversos a nivel psicológico como la depresión, el estrés y los trastornos de conducta alimentaria.

Considerando esto, ¿por qué seguimos haciendo dietas?
La sociedad en la que vivimos nos promueve desde pequeños el deseo de ser delgados a través de los medios de comunicación, la industria de la estética, los ideales de belleza, la cultura, la moda, etc.
Este sistema de normas y creencias se denomina “cultura de la dieta”, y es un sistema que enfatiza la delgadez, el control y la restricción alrededor de la conducta alimentaria y el ejercicio físico, asumiendo que los cuerpos delgados son más saludables y, en definitiva, mejores. Esto conduce a la moralización de los alimentos en “buenos” o “malos” y a la priorización del peso y la imagen corporal por encima del bienestar físico y mental. Algunas de las ideas que alimenta la cultura de la dieta son las siguientes:
– Estar delgado/a es sinónimo de salud y éxito, por lo que todos debemos ser delgados ya sea comiendo bien o haciendo deporte.
– Alcanzar el “peso ideal” es cuestión de voluntad y está totalmente en nuestro control.
– La asociación de delgadez con salud y gordura con enfermedad.
Todo esto nos conduce a una relación con la alimentación y con nuestra imagen corporal disfuncional, basada en alimentos prohibidos y permitidos, reglas alimentarias, el hecho de ignorar nuestras señales de hambre y saciedad, etc., que derivan en consecuencias en nuestra salud física y mental como el aumento de ansiedad, preocupaciones, culpabilidad, insatisfacción corporal y baja autoestima.
¿En qué consiste exactamente la alimentación intuitiva?
La alimentación intuitiva es un enfoque alternativo que implica desarrollar una conexión con las propias señales de hambre, saciedad y satisfacción, usándolas para guiar nuestras elecciones en relación a la comida y al ejercicio físico. Se basa en la confianza en nuestras señales internas, interiorizando la premisa de «comer por razones físicas (más que emocionales)». Así, garantizarnos el permiso incondicional para comer y escoger alimentos que apoyan a nuestra salud y funcionamiento físico. Esta opción se basa en los siguientes principios:
– Rechazar la mentalidad de dieta
– Hacer las paces con la comida
– Honrar nuestra hambre
– Sentir nuestro nivel de saciedad
– Descubrir el factor de satisfacción
– Honrar nuestras emociones
– Respetar nuestro cuerpo
– Movernos
– Honrar nuestra salud
Se trata de un abordaje que permite tomar decisiones basadas en el autocuidado y la compasión y que se ha asociado con mayor estabilidad en el peso, menor deseo de perder peso, menos comportamientos disfuncionales de control del peso y número de atracones, así como a una menor presencia de sintomatología depresiva. Se asocia también a grados más elevados de autoestima y satisfacción con la imagen corporal.
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