INSATISFACCIÓN DE LA IMAGEN CORPORAL, ¿QUÉ FACTORES LA FAVORECEN?

Autora: Carla Carulla (psicóloga infantojuvenil en Elisabet Rodríguez – Psicologia i Psicopedagogia, Granollers).

La insatisfacción con la propia imagen es un fenómeno cada vez más habitual y presente en edades más tempranas. Las condiciones que ha propiciado la pandemia, interrumpiendo muchas de las actividades vitales de los adolescentes y aumentando exponencialmente el tiempo en redes sociales (donde la imagen corporal tiene un papel muy importante), han generado un aumento significativo de casos de insatisfacción corporal entre los más jóvenes, un factor de riesgo importante para el posterior desarrollo de Trastornos de la Conducta Alimentaria. 

El año pasado, la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia, realizó una encuesta a más de 5000 alumnos catalanes con la intención de explorar estos parámetros. Los resultados fueron significativamente superiores a los del año anterior, en los que los encuestados manifestaron un marcado deseo de adelgazar a la pregunta “¿Cómo te sientes con tu cuerpo?”, con un 47% de las chicas y un 21% de los chicos. 

La adolescencia es un período especialmente vulnerable, ya que la apariencia física en esta etapa es uno de los aspectos que genera mayor preocupación. Los cambios corporales que conlleva esta etapa pueden reflejarse, en base a factores sociales y factores internos, de manera más positiva o más negativa, pudiendo esta valoración tener un impacto en el autoconcepto y en el desarrollo de alteraciones psicológicas.

¿Qué es exactamente la imagen corporal?

La imagen corporal es la representación simbólica que se tiene de uno mismo. Esta no refleja cómo uno es objetivamente, sino como uno se percibe a sí mismo; ya que la imagen corporal es un constructo complejo que incluye la percepción que se tiene del propio cuerpo, el componente emocional y cognitivo del mismo, así como el modo de comportarse derivado de esa valoración y experiencia que se genera.

Teniendo en cuenta esa información, se entiende que la imagen corporal rara vez es definida de forma neutral. Se nutre del proceso de socialización en la cultura en la que desarrolla la persona, ya que la misma determina qué es atractivo y qué no; así como de las experiencias interpersonales que se van acumulando a lo largo de la infancia y juventud, ya sea de parte de la familia o del entorno escolar y social; y, finalmente, de las características personales de cada uno/a. Así, alcanzar un adecuado grado de autoestima individual deviene un principal factor protector en la prevención de aparición de psicopatología posterior.

¿Qué componentes conforman la imagen corporal?

  1. Componente perceptivo: este responde a la manera en que se percibe la morfología, el tamaño, el peso y el movimiento del propio cuerpo. En ocasiones esta percepción puede estar alterada, dando lugar a una sobreestimación del propio tamaño corporal o a una infraestimación de este.
  2. Componente cognitivo-afectivo: se trata de las valoraciones, actitudes, emociones y pensamientos que se crean en torno al propio cuerpo, influidos por el componente perceptivo. Se puede derivar satisfacción, insatisfacción, desagrado, impotencia, rabia, disgusto, etc. 
  3. Componente conductual: las acciones que se derivan de la percepción que se hace del propio cuerpo y las emociones que la misma genera. Pueden hacer referencia a conductas de evitación, de exhibición, de comprobación, de lucha (como por ejemplo el uso de maquillaje, cirugía estética, deporte excesivo, etc.).
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¿Cómo se afronta la presión que genera la imagen corporal?

Existen dos mecanismos de respuesta habituales para el afrontamiento de la presión que genera la imagen corporal: la evitación y la lucha. 

La evitación puede darse de dos formas: la ocultación o la huida. La ocultación consiste en camuflar las partes del propio cuerpo que generan incomodidad o inseguridad; cómo podría ser usar ropa ancha, maquillarse, etc. Por otro lado, la huida consiste en evitar situaciones en las que la exposición del propio cuerpo puede generar miedo, vergüenza o incomodidad; situaciones tales como ir a la playa, gimnasios, fiestas, consultas médicas donde hay que exponer el cuerpo, entre otras. La evitación es nociva porque aunque genera cierto alivio a corto plazo, a medio-largo plazo hace sentir mal y refuerza las propias inseguridades y miedos.

La lucha es el otro mecanismo de respuesta que se puede adoptar ante tal presión, aumentando en número e intensidad las conductas que nos “conducen” a alcanzar los ideales de belleza. Esto puede darse de diversas maneras: estando a dieta de manera habitual, dedicando una gran cantidad de tiempo a mejorar la propia apariencia, controlar los cambios en el propio cuerpo de manera exhaustiva, seguir unas rutinas de belleza extremadamente rígidas y estrictas, recurrir a la cirugía estética, etc. Este mecanismo, a pesar de consumir mucho tiempo, esfuerzo y dinero, refuerza la idea de que el propio valor como persona depende de la apariencia física que se tenga.

¿Qué papel tienen las redes sociales en todo esto?

Diversos estudios han encontrado relación entre el uso de las redes sociales y el nivel de insatisfacción corporal. Rounsefell et al. (2019) describieron que el uso y la participación en redes sociales, así como la exposición en contenido relacionado con la imagen corporal, podría tener un impacto negativo no solamente en el desarrollo de insatisfacción corporal, sino también en las elecciones alimentarias en los adultos jóvenes, estando esta exposición más asociada a elecciones alimentarias poco saludables. Acciones como ver constantemente imágenes idílicas de modelos, influencers, cuentas de fitness, buscar la aprobación en las redes, compararse y hacer comentarios negativos sobre el propio cuerpo, pueden incrementar el riesgo a desarrollar insatisfacción corporal y por ende, a realizar determinadas elecciones alimentarias.

A modo de conclusión

En conclusión, se observa que la insatisfacción corporal no es una problemática menor, ya que está asociada a mayor riesgo de baja autoestima, depresión, menor calidad de vida y trastornos de la conducta alimentaria. Es por ello que es importante la prevención y la detección temprana, ya que es preciso trabajarla en terapia consiguiendo una mayor aceptación y prevención de los riesgos asociados.

Referencias bibliográficas

Duno, M., & Acosta, E. (2019). Percepción de la imagen corporal en adolescentes universitarios. Revista chilena de nutrición, 46(5), 545-553.

Raich, R. (2001). Imagen corporal: Conocer y valorar el propio cuerpo. Pirámide.

Rees, A. (2019). Más allá de la belleza. Grijalbo.

Rounsefell, K., Gibson, S., McLean, S., Blair, M., Molenaar, A., Brennan, L., … & McCaffrey, T. A. (2020). Social media, body image and food choices in healthy young adults: A mixed methods systematic review. Nutrition & Dietetics, 77(1), 19-40.

http://www.acab.org

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