AUTOCONCEPTO Y AUTOESTIMA EN LA ADOLESCENCIA: ¿CÓMO FOMENTARLOS?

Autora: Carla Carulla, psicóloga infantojuvenil en Elisabet Rodríguez – Psicologia i Psicopedagogia (Granollers).

Autoconcepto y autoestima

El autoconcepto hace referencia al sistema de creencias que uno mantiene y considera cierto sobre uno mismo, que se han ido creando a partir de las propias experiencias significativas experimentadas a lo largo de la vida, así como de la retroalimentación proveniente de otras personas significativas. Así, el autoconcepto sería la definición o descripción que esa persona realiza sobre sí misma.

La valoración que uno hace de estas creencias o las emociones que las mismas generan, hacen referencia a la autoestima, que consiste en la opinión que se tiene sobre uno mismo, el juicio y la valoración que se hace acerca de uno mismo y el valor que este individuo se da como persona.

¿Qué papel tiene la autoestima en la adolescencia?

La adolescencia es una de las fases con más relevancia en el desarrollo y establecimiento de la autoestima, ya que se producen en esta etapa diversos cambios a nivel físico, cognitivo y social que suponen un desafío para los/as adolescentes y ponen a prueba la visión de ellos mismos y sus recursos psicológicos.

En este período los/as adolescentes necesitan forjarse una identidad propia, que pasa por diferenciarse de sus figuras paternas; contar con apoyo social por parte de personas con valores similares a los propios; así como conformar una sensación de valía propia y autoeficacia para avanzar con confianza hacia el futuro. En esta fase, el niño/a o adolescente rompe con la dependencia de sus progenitores que ha estado presente hasta el momento, para ganar independencia, autonomía y empezar a afrontar situaciones con sus propios recursos. En este período existe habitualmente una sensación de «desprotección» para la cual la autoestima juega un papel importante.

Se ha observado que, de manera habitual, la autoestima cuenta con unos valores más elevados durante la infancia, que van disminuyendo al inicio de la adolescencia y a lo largo de la misma. En relación a las diferencias de género, se ha observado que los chicos cuentan con mayor autoestima en la adolescencia, la cual está más basada en la comparativa de sus logros personales con los demás pares. Por otro lado, las mujeres cuentan con menores niveles de autoestima y más basada en la aprobación de otras personas significativas.

¿Cómo se relaciona la autoestima con una buena salud mental?

El ajuste psicológico en los adolescentes se refiere a la capacidad de estos para adaptarse de forma adaptativa a su entorno, considerando tanto el ámbito emocional, como el cognitivo y el social. Se ha observado que la autoestima tiene un papel predominante en esta adaptación y por consiguiente, en la predicción del ajuste psicológico. Así, los/as adolescentes con unos niveles adecuados de autoestima se consideran capaces de desarrollar recursos psicológicos ante estresores o adversidades, generando por ende un impacto positivo en la salud mental propia. Además, una autoestima elevada se asocia con percepción menos negativa del estrés cotidiano y más disfrute de las experiencias positivas. Por otra parte, a nivel social, una buena autoestima conduce a una percepción de menor responsabilidad ante la retroalimentación negativa, a una menor susceptibilidad a la presión de los iguales, así como a un estilo personal más cercano. Por lo que se refiere al ámbito académico, un nivel adecuado de autoestima se relaciona con mayor éxito académico, más persistencia y menores niveles de preocupación y estrés ante las demandas escolares.  

¿En qué consiste la baja autoestima y qué implicaciones tiene?

La baja autoestima, por otro lado, implica el mantenimiento de una opinión desfavorable sobre uno mismo, así como juicios negativos hacia la propia persona y la asignación de escasa valía personal. Las personas con baja autoestima mantienen una serie de creencias negativas sobre ellas mismas muy arraigadas, que se generan en base a una distorsión del pensamiento consistente en sobregeneralizar los fracasos y dirigir las propias conductas a la evitación de emociones desagradables, entre otros aspectos. Además, como la autoestima es un componente relevante en cuanto al ajuste psicológico o social, se ha observado que niveles bajos de autoestima o autoconcepto se asocian con mayor probabilidad a psicopatología como: reacciones de ansiedad, síntomas depresivos, procrastinación, conductas agresivas y consumo de alcohol, entre otros.

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¿Cómo se manifiesta la autoestima?

La autoestima se manifiesta en diversas áreas:

1. Pensamientos y creencias sobre uno mismo: cuando está presente una baja autoestima, existen una serie de pensamientos y supuestos sobre uno mismo que se consideran verdades absolutas, en vez de considerarlas como apreciaciones subjetivas. Esto suele conllevar a generar dudas e inseguridad sobre uno mismo, así como una mayor atención en las imperfecciones o a los errores y un estilo personal muy autocrítico. Además, estas conclusiones basadas en la experiencia (especialmente sobre vivencias tempranas), se mantienen por una distorsión en el pensamiento a través de diversos sesgos cognitivos.

2. Comportamiento: a su vez, dichas creencias sobre uno mismo generan un impacto en el propio comportamiento. Debido a la significativa correlación existente entre autoestima y capacidad asertiva, las personas con una baja autoestima tienden a mostrar un estilo de comunicación pasivo. Esto implica mostrarse dudoso, con un tono de voz bajo, evitando el contacto ocular, generando dificultades a la hora de poner límites y llevando, en ocasiones, a la evitación de situaciones u oportunidades de bienestar propio.

3. Emociones: a nivel emocional una baja autoestima suele asociarse a emociones desagradables como la tristeza, la culpa, la frustración, la ansiedad, la rabia, etc.

4. Estado físico: una autopercepción desfavorable puede impactar en el propio estado físico, asociándose una baja autoestima a un estado físico fatigado, con tensión, con menores niveles de energía, entre otros.

¿Qué factores contribuyen a mantener un bajo nivel de autoestima?

La baja autoestima se relaciona con una distorsión del pensamiento, por lo que se ha observado que las personas con un nivel insuficiente de autoestima presentan una visión disfuncional de su persona y una tendencia a interpretar la realidad de manera sesgada. Los tres sesgos cognitivos más frecuentes en el mantenimiento de la baja autoestima son los descritos a continuación:

–    Sobregeneralización: la sobregeneralización consiste en la tendencia a crear una regla general y absoluta, a partir de un solo hecho aislado. Esto ocurre de forma habitual con las experiencias de fracaso que suelen darse en un ámbito concreto; en las personas con baja autoestima se suele generar e interiorizar a partir de estas experiencias la creencia general de “ser un fracasado/a” o “que fracasaré en todo”.

–    Razonamiento dicotómico: consiste en evaluar una situación sin tener en cuenta los matices. Es un tipo de pensamiento de blanco o negro, de todo o nada. Así, la persona tiende a emitir razonamientos como “o lo hago perfecto o es un desastre», por ejemplo.

–    Lectura de mente y personalización: la lectura de mente hace referencia a dar por hecho lo que está pensando otra persona o lo que significa su comportamiento sin evidencias o pruebas de ello. Este sesgo cognitivo suele ir ligado a la personalización, que consiste en suponer (sin datos suficientes) que todo lo adverso está relacionado con uno mismo. Por ejemplo: “Mi pareja habla poco hoy, habré hecho algo que le habrá enfadado” o “esta persona se ha ido rápido de la reunión, será porque no le caigo bien”.

¿Cómo fomentar la autoestima en la adolescencia?

Como figuras parentales o educadores/as, la influencia de las verbalizaciones o acciones emitidas hacia el/la adolescente es muy significativa. Las siguientes orientaciones pueden contribuir a potenciar un grado adecuado y funcional en el nivel de autoestima del/la menor:

–    Validar sus emociones y sus vivencias.

–    Reforzar positivamente su conducta adecuada realizando críticas constructivas, centradas en el comportamiento que se desea cambiar, pero no en el/la adolescente como persona.

–    Aceptar sus cambios, darle autonomía y dejar que pruebe y se equivoque.

–    Dedicarle tiempo familiar de calidad.

–    Establecer límites y reglas claras para desarrollar el sentido de la responsabilidad.

Referencias bibliográficas

Fennell, M. (1999). Overcoming low self-esteem. A self-help guide using Cognitive Behavioral Techniques. Robinson: London.

Naranjo, M. D. C. R., & González, A. C. (2012). Autoestima en la adolescencia: análisis y estrategias de intervención. International journal of psychology and psychological therapy, 12(3), 389-404.

Schoeps, K., Chulia, A. T., Barrón, R. G., & Castilla, I. M. (2019). Competencias emocionales y autoestima en la adolescencia: impacto sobre el ajuste psicológico. Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes, 6(1), 51-56.

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