ANSIEDAD: ¿CÓMO SE PRODUCE ESTA RESPUESTA EN EL SER HUMANO?

Autora: Carla Carulla, psicóloga infantojuvenil en Elisabet Rodríguez – Psicologia i Psicopedagogia (Granollers).

¿Qué es la ansiedad?

La ansiedad es una respuesta o reacción de alerta con un componente fisiológico, cognitivo, emocional y conductual. El propósito de esta es proteger al organismo, dirigiendo la acción a luchar contra el peligro o escapar del mismo.

Dicha respuesta automática de lucha-huida era necesaria para la supervivencia en la época primitiva, cuando se necesitaba cazar y defenderse de los animales y otros peligros. No obstante, estas reacciones hoy en día siguen teniendo un papel útil en algunas ocasiones, como por ejemplo a la hora de esquivar un objeto que se viene encima o bien reaccionar rápidamente antes de ser atropellado.

¿De qué forma se manifiesta la ansiedad?

La ansiedad se manifiesta en el ser humano a través del triple sistema de respuesta: a nivel fisiológico, a nivel cognitivo y a nivel conductual.

–    A nivel fisiológico, la ansiedad se experimenta a través de una serie de reacciones fisiológicas como la taquicardia, la hiperventilación, la tensión muscular, la sudoración, la presión en el pecho, entre otras.

–    A nivel cognitivo, las manifestaciones de la ansiedad incluyen pensamientos vinculados especialmente a la preocupación, rumiaciones, dificultades de concentración y memoria, escasa habilidad de razonamiento, entre otras.

–    A nivel conductual, la ansiedad incluye respuestas de evitación y búsqueda de seguridad, dirigidas al intento de solución.

¿Qué sucede en el cuerpo cuando se experimenta ansiedad?

La ansiedad puede aparecer cuando la persona percibe o anticipa la ocurrencia de algún peligro. Al darse esta situación, el cerebro envía un mensaje al sistema nervioso autónomo, que tiene dos ramas. Por un lado, se encuentra el sistema nervioso simpático, encargado de las respuestas de activación y del sistema de lucha-huida; y por otro lado, el sistema nervioso parasimpático, encargado de las respuestas de relajación y recuperación que devuelven al cuerpo al estado de «normalidad» posterior a un estado de ansiedad.

Cuando el sistema nervioso simpático es activado, las barreras del cuerpo que separan el interior del exterior (ojos, piel, sistema respiratorio…) se abren para poder absorber un mayor volumen de energía. Asimismo, se disparan los ejes del estrés, liberándose las catecolaminas, la adrenalina, la dopamina y el cortisol.

En estas situaciones se necesita que los músculos de las extremidades estén preparados para luchar o huir, por lo que necesitan encontrarse en un alto nivel de tensión, así como disponer de un mayor aporte de energía (en forma de sustancias nutritivas y oxígeno para poder transformar las sustancias en energía). Así, el propio organismo libera una mayor cantidad de glucosa y lípidos al torrente sanguíneo y aumenta la velocidad y la profundidad de la respiración. Para que dichas sustancias lleguen a los músculos, se produce un aumento de la fuerza y el ritmo de los latidos cardíacos y una redistribución del flujo sanguíneo, incrementándose en los músculos relacionados con la respuesta de lucha o huida, y reduciéndose en la piel y en la zona abdominal. Asimismo, en el cerebro también se produce una redistribución de la sangre, dirigiéndose una mayor cantidad del flujo en las zonas más relacionadas con las respuestas instintivas, y una menor cantidad en las zonas más vinculadas al razonamiento.

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¿A través de qué sensaciones se experimentan estos procesos?

Dicha actividad en el organismo se traduce en una serie de sensaciones físicas que son desagradables, pero no peligrosas en sí mismas. Algunas de ellas son las siguientes:

–    Tensión

–    Temblores

–    Mareo

–    Visión borrosa

–    Hormigueo

–    Sudoración

–    Taquicardia

–    Sensación de irrealidad

–    Opresión en el pecho

–    Sensación de falta de aire

–    Palpitaciones

–    Taquicardia

–    Palidez

–    Náuseas

–    Boca seca

–    Dificultad para pensar

–    Confusión

–    Escalofríos

Estas sensaciones, a pesar de ser desagradables, no comportan una amenaza real a la integridad de la persona. Sin embargo, en ocasiones estas pueden ser vividas como algo malo y desencadenar interpretaciones catastróficas sobre las mismas. Algunas de ellas pueden ser “estoy teniendo un ataque cardíaco”, “me voy a morir”, “me voy a desmayar”, “me está pasando algo grave”, entre otras. CAbe señalar que esto no es una interpretación realista, ya que justamente lo que está pasando es que el propio cuerpo se está preparando para protegerse. El problema entonces, es la interpretación que se hace de estas sensaciones, no las sensaciones físicas por sí mismas.

De la ansiedad al ataque de pánico

En los ataques de pánico juega un papel determinante la percepción de amenaza y la interpretación de las sensaciones mencionadas anteriormente. Cuando ante una sensación física se realiza una interpretación catastrófica, la reacción de alerta del organismo aumenta, lo que conlleva que las sensaciones físicas se incrementen aún más, generando así una mayor percepción de amenaza y entrando en el círculo vicioso que deriva en la experiencia de un ataque de pánico.

Es importante conocer que, a pesar de que cuando se están viviendo estas sensaciones el pensamiento es que van a ir a más, el nivel de activación tan elevado solo dura un tiempo relativamente corto; después se vuelve siempre gradualmente a un estado basal de activación.

¿Cuándo puede considerarse la ansiedad patológica o desadaptativa?

Los trastornos de ansiedad engloban un grupo amplio de dificultades que pueden representar una incapacitación y afectación a las esferas vitales de la persona, así como un malestar significativo. Características comunes dentro de los trastornos de ansiedad son el miedo excesivo, la angustia, los ataques de pánico y la evitación.

La prevalencia de los trastornos de ansiedad a nivel mundial es del 3,6%, según la estimación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2015, siendo más prevalentes en mujeres y respondiendo bien a la terapia cognitivo conductual y al tratamiento farmacológico mediante los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina.

Cuando se experimenta este tipo de interferencia así como un nivel de malestar elevado, puede ser un buen indicativo para buscar ayuda profesional.

Referencias bibliográficas

Bados López, A. (2017). Agorafobia y pánico: Naturaleza, evaluación y tratamiento.

Bados, A. (2016). Trastornos de ansiedad: Conceptos básicos.

Macías Carballo, M., Pérez Estudillo, C., López Meraz, M. L., Beltrán Parrazal, L. & Morgado Valle, C. (2019). Trastornos de ansiedad: revisión bibliográfica de la perspectiva actual

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