Autora: Carla Carulla, psicóloga infantojuvenil en Elisabet Rodríguez – Psicologia i Psicopedagogia (Granollers).
Los PAP: definición y aplicación
En ocasiones, la vivencia de experiencias traumáticas puede tener un impacto a nivel psicológico adverso para la persona, provocando una gran angustia y miedo, que en ocasiones puede derivar en el desarrollo de un trastorno mental, como el trastorno por estrés agudo (TEA) o el trastorno por estrés postraumático (TEPT).
Así, las crisis emocionales que siguen a una experiencia traumática, son estados temporales caracterizados por una elevada activación y desorganización que conlleva la incapacidad para afrontar lo que se está viviendo, escasa competencia para gestionar las emociones que lo acompañan y dificultades para orientar el pensamiento y las acciones a la resolución de la situación problemática. Emociones presentes en situaciones de crisis son el desamparo, la confusión, la ansiedad, la rabia, el agotamiento, entre otras; y suelen ir acompañadas de palpitaciones, llanto, temblores y/o sudoración. Si dicha sintomatología propia de la crisis no se afronta adecuadamente en las horas iniciales, existe una mayor probabilidad de que la persona desarrolle problemas psicológicos posteriores.
Es por ello que la intervención inicial conocida como Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) es tan importante ante situaciones de emergencia, como pueden ser la muerte de un ser querido, un incendio, un suicidio, un accidente o un desastre natural, entre otros. Dicha intervención tiene por objetivo promover la seguridad y protección de las personas para evitar que sufran más daño y fomentar la estabilización de las mismas, ya que cuanto más activación y estrés, mayor es la posibilidad de sufrir secuelas a largo plazo. Asimismo, esta intervención trata de ayudar a estas personas a atravesar el evento traumático, fomentando la conexión con recursos personales, redes de apoyo y la adaptación para los días siguientes al evento traumático.
¿Cuándo se debe realizar este tipo de intervención?
Los primeros auxilios psicológicos se pueden aplicar inmediatamente después del impacto y hasta las siguientes 72 horas. Después de este período se podrán aplicar otros procedimientos como un proceso psicoterapéutico enfocado a la correcta elaboración y procesamiento del evento traumático.
¿En qué consiste la intervención en Primeros Auxilios Psicológicos?
En términos generales, la aplicación de la atención psicológica PAP se conforma por los siguientes elementos de protocolo:
1. El primer contacto y la presentación. Cabe presentarse de manera no intrusiva, respetando si la persona está más o menos receptiva y explicar en qué consiste la función de los PAP y, finalmente, solicitar a la persona de qué manera se le puede ayudar.
2. La promoción de seguridad y alivio, a fin de garantizar su seguridad física inmediata y cubrir las necesidades básicas.
3. Etapa de estabilización. Si se constata un despliegue emocional intenso, se procede a indicar tareas sencillas que permitan a la persona reajustar un poco sus emociones.
4. La recogida de información, preguntando a la persona cuáles son sus necesidades y las preocupaciones inmediatas que presenta.
5. La asistencia práctica, que consiste en solucionar las problemáticas más inminentes e inmediatas y realizar una planificación de los siguientes pasos a seguir.
6. El cierre, En este punto se deja a la persona conectada con las redes de apoyo de que pueda disponer (familia, amistades y allegados) y se efectúa la comunicación a la familia extensa, aportando información sobre cómo gestionar los primeros días a nivel de sintomatología, sueño, alimentación, etc. Además, se deriva a la persona con otros servicios colaborativos de atención médica o de red de salud pública que pueda necesitar.
7. El seguimiento, donde se valora la evolución de la persona y se facilita la derivación a otros recursos si fuese necesario.

¿Cómo se aborda la ocurrencia de una situación de crisis con menores?
En referencia a los niños y adolescentes es importante adaptar la aplicación de este protocolo a los diferentes grupos de edad, ajustándolo al nivel madurativo de cada niño o niña. En líneas generales, se trata de asegurar la comodidad y descanso del niño; calmarlo hablando pausadamente y ayudándolo con alguna actividad agradable; explicarle lo que ha sucedido con un lenguaje accesible para su edad, tratando de responder sus dudas de forma sencilla y evitando eufemismos; darle previsibilidad de lo que va a pasar a partir de ahora y lo que se tendrá que hacer; normalizar que es bueno que exprese cómo se siente, identificando las propias emociones experimentadas; y, finalmente, mantener las rutinas previas al evento traumático y permitir la realización de rituales de despedida si lo desea.
¿Qué tipo de psicopatología puede derivarse de una situación de crisis?
El Trastorno por Estrés Agudo se manifiesta como una reacción natural a una situación de estrés excepcional, cuando se siente que la magnitud de lo que se acaba de experimentar supera las propias capacidades de afrontamiento. Dicho trastorno es transitorio, puede darse durante las seis primeras semanas tras el evento estresante, y cursa con sintomatología como la siguiente:
– Síntomas de hiperalerta: dificultades para conciliar el sueño, despertares nocturnos, sobresaltos e hipervigilancia, irritabilidad, ansiedad, etc.
– Síntomas de re-experimentación: pensamientos intrusivos sobre el hecho, flashbacks, pesadillas recurrentes, etc.
– Síntomas de evitación: esfuerzos para evitar lugares, personas o actos, incapacidad para seguir con la vida habitual, anestesia emocional, etc.
– Síntomas disociativos: menor consciencia del entorno, despersonalización, sensación de desapego, etc.
– Deterioro de la capacidad funcional: sufrimiento, interferencia en el funcionamiento habitual, menor capacidad para el desempeño de actividades habituales, etc.
Del TEA al TEPT: ¿qué factores se encuentran implicados?
El TEA es bastante común en personas que experimentan una vivencia traumática. Sin embargo, cuando esta sintomatología es superior a un mes y se alarga en el tiempo, pasa a considerarse un posible Trastorno por Estrés Postraumático, que requiere de una intervención profesional.
En general, un 65% de la población adulta no llega a experimentar un Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). Para que se acabe desarrollando este tipo de trastorno concurren tanto ciertas vulnerabilidades a nivel biológico con las de naturaleza psicológica. A nivel biológico se cree que una hipersensibilidad neurobiológica al estrés, determinada genéticamente, puede influir en el desarrollo de un TEPT; y a nivel psicológico se considera que el hecho de percibir los eventos traumáticos como incontrolables e impredecibles aumenta la probabilidad de desarrollar dicho trastorno. Asimismo, las habilidades de afrontamiento de la persona y el apoyo social con el que cuenta son también factores claves; de ahí la importancia de potenciar dichas capacidades de afrontamiento y conectar con las redes de apoyo perosnal a través de la aplicación temprana de los Primeros Auxilios Psicológicos.
Referencias bibliográficas
Álvarez, A., Cruz, E., Porcar, I. (2020). Primeros Auxilios Psicológicos. Universitat Autònoma de Barcelona.
Maldonado, J. M. R. (2010). Primeros auxilios psicológicos e intervención en crisis. Documentos de trabajo social: Revista de trabajo y acción social, (47), 121-133.
Vigil, A. O. (2017). Primeros auxilios psicológicos. Integración académica en psicología.