LA RABIA VS. LA AGRESIVIDAD: ¿SON SINÓNIMOS?

Autora: Carla Carulla, psicóloga infantojuvenil en Elisabet Rodríguez – Psicologia i Psicopedagogia (Granollers).

La ira o la rabia es una emoción fundamental en los seres humanos. No obstante, es una emoción que socialmente está mal vista y que se tiende a rechazar. Esta emoción, no se debe confundirse con la agresividad, que es una conducta. A nivel fisiológico, cuando se manifiesta la rabia, el cuerpo experimenta algunos cambios: aumentando el ritmo cardíaco y respiratorio, incrementando los niveles de adrenalina y acelerando la actividad mental. A pesar de ser una sensación desagradable, la rabia, como todas las emociones, es necesaria y tiene una función imprescindible para la supervivencia del individuo.

La ira nos permite identificar situaciones injustas, defender los propios derechos y poner límites. Por lo que puede observar es una emoción con una función altamente importante. No obstante, esta emoción no siempre se gestiona y se expresa de la mejor manera, ya que suele ser muy intensa y en ocasiones nubla la actuación de la parte más racional de la mente. Ahí es donde pueden aparecer conductas agresivas.

¿Por qué se da la conducta agresiva o violenta?

La agresividad o conducta violenta se puede dar por diversos motivos. En ocasiones es fruto de una falta de habilidades, donde se intenta buscar la consecución de un objetivo sin la capacidad de hacerlo de otra manera; en otras ocasiones la conducta agresiva aparece por una interpretación errónea de las intenciones del otro, interpretando una discrepancia como un ataque; y finalmente, en muchas ocasiones, la conducta agresiva aparece como fruto de la tendencia a aguantar y guardar mucho malestar internamente, un hecho que hace se reprima la emoción hasta tal punto de malestar que acaba provocando una mayor probabilidad de responder de forma explosiva, desproporcionada y violenta.

¿Tiene consecuencias el uso de la agresividad?

Sí, la conducta agresiva puede presentar consecuencias a distintos niveles. A nivel físico, la activación persistente del sistema autonómico puede estar conectada con problemas de salud como dolores de cabeza, estomacales, etc. En referencia al ámbito emocional el uso de la conducta agresiva puede derivar a posteriori en emociones como la vergüenza, la culpa, el miedo, la ansiedad o la tristeza. A nivel cognitivo, la conducta agresiva suele estar relacionada con menor capacidad de concentración y más errores de razonamiento. Y finalmente, a nivel social, la conducta agresiva suele conllevar el aislamiento y/o el rechazo por parte de los demás.

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¿Qué papel tiene la autoestima en la gestión de la rabia y la conducta agresiva?

Se ha observado una relación entre la baja autoestima y la agresividad, ya que las personas con tendencia al estilo de comunicación agresivo son conscientes del daño que pueden hacer a los demás y esto genera un importante malestar y baja autoestima, que repercute en la sensación de ser capaces de afrontar los problemas del día a día. Es importante poder trabajar en la satisfacción personal, la capacidad de autocrítica sana y la aceptación de las críticas.

¿Cómo se puede gestionar la rabia de una manera más saludable?

Cuando se habla de gestión de la ira, es importante tener claro el objetivo que se persigue. A veces las personas llegan a consulta pidiendo dejar de sentir rabia o que una situación les deje de molestar. Desde la postura terapéutica cabe informar de que el objetivo nunca es evitar aquello que provoca rabia eliminando la experiencia de la emoción. Un objetivo más realista es aprender a transitar y gestionar las propias reacciones emocionales para que no acaben derivando en agresividad o violencia. Para ello es importante poder identificar las cosas que producen rabia, cómo se manifiesta la misma a nivel fisiológico en el propio cuerpo y las estrategias que nos pueden ayudar a atravesar esa emoción hasta que pierda intensidad, para poder concluir en una reacción más consciente y valorada.

La terapia cognitivo conductual y la terapia de aceptación y compromiso son orientaciones terapéuticas que han demostrado eficacia a la hora de afrontar los problemas de ira. La terapia cognitivo conductual se centra en la reducción de la activación fisiológica y emocional, la gestión de los pensamientos generadores de rabia, y la gestión de habilidades alternativas para la gestión interpersonal de la rabia. Por otro lado, la terapia de aceptación y compromiso pone el foco en la flexibilidad psicológica, definida como la habilidad de relacionarse de manera flexible con las propias experiencias y comportarse de una forma que responda a las demandas externas y sea coherente con los propios valores. Esto se produce a través de la defusión cognitiva, que consiste en la capacidad de distanciarse de los propios pensamientos, la aceptación, el entrenamiento en la atención plena y el momento presente y el trabajo en valores, entre otros.

¿Qué aspectos se trabajan en terapia para la gestión de la ira y la agresividad?

–   El entrenamiento en técnicas de relajación para poder reducir la intensidad de la emoción.

–   El uso de autoinstrucciones saludables para conseguir unos pensamientos más adaptativos que no aumenten los niveles de rabia.

–   La comprensión de las distorsiones cognitivas que afectan a la interpretación de las situaciones y cómo esta interpretación deriva en unos niveles de rabia u otros.

–   El entrenamiento en habilidades sociales, especialmente en el uso de la asertividad para la expresión de la ira y la gestión de conflictos interpersonales.

–   La mejora de la propia autoestima.

–   El entrenamiento en empatía y en resolución de problemas.

–   El entrenamiento en la capacidad de atención plena.

Referencias bibliográficas

Berkout, O. V., Tinsley, D., & Flynn, M. K. (2019). A review of anger, hostility, and aggression from an ACT perspective. Journal of contextual behavioral science, 11, 34-43.

Gillihan, S. J. (2020). Cognitive behavioural therapy made simple: 10 strategies for managing anxiety, depression, anger, panic and worry. Hachette UK.

Mª Fe Rodríguez Muñoz; en Vallejo (2016). Tratamiento de la conducta agresiva/ira.

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